Pequeña agricultora logró que una de las comunas más pobres del país destaque en Ñuble por su lado más dulce

Miguelina González, es beneficiaria del Programa Especial de Pequeña Agricultura de la CNR, gracias al cual hoy riega sus frutas, con las que elabora 19 variedades de mermeladas de alta calidad, que destacan en la comuna de El Carmen y en todas las ferias de Ñuble, a las que es invitada, por ser un ejemplo exitoso de esfuerzo y amor a la tierra.

Por: Alejandro Fuentes

Miguelina se crío en El Carmen, considerada una de las comunas más pobres de Ñuble y del país. Es la octava de nueve hermanos, con quienes compartió una dura infancia marcada por la pobreza. A sus 15 años debió dejar a su familia en el campo, para partir a trabajar como asesora del hogar en la región Metropolitana.

En la capital de Chile, tuvo su primer acercamiento al rubro que hoy le entrega tantas satisfacciones, ya que su primer trabajo fue en casa de una familia árabe, quienes acostumbraban a elaborar mermeladas, especialmente la mezcla de alcayota con nueces, receta que Miguelina aprendió a la perfección y que hoy forma parte de su stock de productos.

Estando en Santiago, Miguelina pudo terminar su enseñanza media y dar la prueba aptitud académica, obteniendo 720 puntos promedio, pero lamentablemente su situación económica no le permitió entrar a estudiar una carrera, por lo que siguió trabajando, entre otros rubros, como reponedora de quesos en supermercados.

Con el tiempo conoció a quien hoy es un su actual esposo y de a poco fue planificando el retorno a su querida comuna de El Carmen, “económicamente estábamos bien, pero nos dimos cuenta que todo el dinero que ganábamos se nos iba en gastos relacionados a arriendo de vivienda, transporte y alimentación y tiempo para nosotros no teníamos, por esa razón compramos una hectárea en El Carmen, con la esperanza de un día poder darle un vuelco a nuestras vidas”, relata Miguelina, quien a un par de años de comprado el terreno, junto a su esposo tomaron la decisión de renunciar a sus trabajos e irse al campo a vivir de lo que les diera la tierra.

“El tiempo que transcurrió desde que compramos el terreno hasta que llegamos a vivir en él, nos permitió construir una casa y cuando ésta estuvo lista no lo dudamos dos veces y nos fuimos con la ilusión y esperanza de una mejor calidad de vida”, señala Miguelina, recordando que no fue difícil tomar esa decisión, porque tenían todas las ganas de iniciar una nueva vida, que les permitiera trabajar junto a su esposo por algo propio.

El terreno aparte de la casa contaba con algunos árboles frutales, los que fueron claves, ya que sirvieron de materia prima para la elaboración de las primeras mermeladas de Miguelina. “Fue impresionante lo rápido que se vendieron las primeras mermeladas, eso me demostró que podía ser un buen negocio y fue así como iniciamos el camino que nos tiene a un paso de contar con sala de procesos, lo que nos permitirá contar con resolución sanitaria y de esta manera poder colocar nuestros productos, no solo en las ferias, sino que también en locales establecidos”, relata con orgullo Miguelina.

El constante crecimiento del emprendimiento de Miguelina y su esposo se debe al esfuerzo personal, pero también al apoyo del programa de desarrollo local (Prodesal) de la Municipalidad de El Carmen, gracias al cual hoy cuenta con dos invernaderos, un motocultivador y asesoría profesional. Precisamente funcionarios Prodesal fueron quienes le informaron de la posibilidad de postular a un proyecto de la Comisión Nacional de Riego, el que consiste en un sistema de riego por goteo con generación de energía fotovoltaica, para regar sus moras, frutillas y hortalizas.

Una hectárea es suficiente

La hectárea de terreno que posee Miguelina es un ejemplo de cómo optimizar el espacio en cultivos, porque, literalmente, para donde uno mire hay plantaciones. Tomates, porotos verdes, zapallos italianos, lechugas, brócoli, coliflor, choclo, betarraga, frutillas, moras, hasta gallinas felices tienen su lugar para poner huevos de campo. Los productos los comercializa en la plaza del pueblo, espacio que fue conseguido por gestión de un grupo de agricultoras, dentro de las cuales estuvo Miguelina.

Otro punto de venta es en el liceo de la comuna, donde los productos de Miguelina son el insumo para el kiosco saludable y en las puertas del establecimiento se venden ensaladas preparadas con productos recién sacados de la huerta. Este es sin duda el ‘plus’ del trabajo de Miguelina: variedad de productos frescos y cultivados de manera artesanal, sin uso de químicos. Lo mismo ocurre con la materia prima para elaborar las 19 variedades de mermeladas.

La familia primero

Miguelina nos cuenta que siente gran satisfacción de lo que ha logrado, principalmente porque ha podido ayudar a la educación de sus sobrinas, “con mi hermana nos levantamos a las 05:15 de la madrugada para preparar bolsas de ensaladas, para venderlas al mediodía. Me interesa ayudarla porque ella ha sacado adelante a sus hijas, una de la cuales entró a estudiar Técnico Agrícola, carrera que esperamos que se le haga fácil, porque se ha criado viéndonos trabajar la tierra, por lo que para ella ha sido una constante práctica”, cuenta con orgullo Miguelina, para luego compartir una gran pena por la que está pasando, “hace un mes mi hermano se ahogó en el río, no entendemos bien lo que pasó, porque acostumbraba a bañarse en ese lugar. Él era un apoyo muy importante para mí, de hecho, una de las razones por las cuales quise volver de Santiago fue para cuidar a mi hermano, quien tenía capacidades diferentes. Trabajaba conmigo ayudándome a mantener todo limpio, cualquier maleza que aparecía él se preocupaba de sacarla, le gustaba que todo estuviera perfecto. Es un dolor muy grande por el que estamos pasando, pero debemos seguir adelante”.

Sin dudas que Miguelina es un ejemplo de cómo con esfuerzo e interés por crecer se pueden conseguir grandes metas con muy poco. Cada metro cuadrado de la hectárea que posee Miguelina nos muestra la dedicación y amor por la tierra que tiene una mujer, que ha sabido sobreponerse a las dificultades de la vida, pero cuyo norte nunca ha tranzado y que dice relación con ser feliz junto a su familia y el trabajo en su tierra, el cual ya es reconocido en Ñuble por sus frescas hortalizas y el dulce sabor de sus mermeladas.

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